Esta,
es una imagen que impresiona. Tan sólo representa a un indio sencillo,
no a un gran jefe, y qué decir de lo profundo de su mirada, de la vida
que se ve reflejada en ella. Probablemente se trate de un ser más humano
y perfecto de lo que aspira a convertirse cualquier hombre del S. XXI,
con una mirada vacía. El espíritu, la fuerza y el poder de la palabra,
se destilan en esta instantánea. Un espíritu que es difícil encontrar
hoy en día, salvo que uno frecuente ciertos colectivos,
como árabes y gitanos, con ojos llenos de expresividad. El alma se está
matando, al igual que el poder de la palabra, los usos, las costumbres y
las religiones. No me extraña que el hombre de ahora no crea en nada de
esto, pues por creer, no cree ni en sí mismo. No es que no tenga alma,
es que se está desalmando poco a poco, llevado de la mano del
positivismo científico. Muy probablemente, dentro de unos años, no le
conozca ni la madre que le parió, como no se dé un proceso de catarsis.
El derecho, tambien se ha adulterado. Si bien antes se llevaban los
usos y costumbres consuetudinarios en detrimento de lo verbal, ahora se
ha pasado a una hipertrofia legislativa aplastante, todo cada vez más
escrito y regulado por la norma jurídica. Por cada cuestión de nada, te
sacan diez mil leyes. No es de extrañar en una civilización que ha dado
de lado al poder de la palabra, de la honestidad, el civismo, los
valores y el buen hacer, pasándose a obrar de mala fe. En lugar de ser
civilizados, nos estamos en salvajes y bárbaros, más aún que en tiempos
de las cavernas. Sí, señores, este es el milagro que obra el
antropocentrismo a largo plazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario