sábado, 17 de diciembre de 2011

Diezmos que diezman


Hoy me toca decir, lo que es para mí, una gran verdad. Se trata, nada más ni nada menos, que reaprender uno de los muchos conceptos equivocados que uno estudió en los libros de texto de un estado laico como el nuestro.

El pensamiento "adogmático" que sacude nuestras instituciones hoy en día, es mil veces más dañino que cualquier revolución del pasado. En cuanto a las materias, cada vez los manuales son más y más oscuros, con más imprecisiones de las que uno deseara. Por ello la segunda enseñanza que estoy recibiendo, es la de llegar a desmentir muchos de los falsos postulados que in illo tempore uno aprendió como verdades indiscutibles.

Lo que me trae por aquí en este post, es el tema de los diezmos. Sí, ciertamente existieron, pero también se ha de tener en cuenta que la iglesia de entonces no era como la de hoy, pues no sólo la cultura estaba en sus manos, sino también las escuelas, los hospitales, hospicios, asilos y demás instituciones que por ellas mismas, generaban un gasto considerable, y de las cuales no se hacía cargo el estado, por lo cual había que aportar algo para sufragarlas. Es por ello que se creasen los diezmos y las mandas pías.

Con el cada vez más preponderante papel del estado en llevar el cargo de estos organismos de gestión, los diezmos y demás tipos de aportaciones, a los que los historiadores maldenominaron vasallaje, dejaron de tener sentido, por lo que se extinguieron.

En el estado contemporáneo, en el que se supone que ya no existe ningún tipo de vasallaje, el ciudadano ha de gastarse de su propio bolsillo más cantidad que la aportada en los antiguos diezmos para financiar todas estas instituciones, es decir más del diez por ciento de sus rentas, para encima acceder a peores servicios de cada vez peor calidad. ¿O es que en un hospital de ahora se nos trata de un modo tan cordial como en uno de los tiempos pasados? En cuanto a lo de la enseñanza y asilos, la cosa cada vez va a peor. Ah, con los bien que lo hacían las monjitas antes, y sin necesidad de tener psicólogos, pedagogos, ni pitos ni flautas.
Ahora invito al lector reflexivo, a que medite un poco mis palabras...